domingo, 7 de abril de 2013

FRANZ KAFKA.



       Franz Kafka, nace en el año 1883 y fallece en 1924, proviene de una familia de comerciantes judíos en Praga. Su padre, era un hombre severo que influyó en forma negativa en la mentalidad y complejos de Kafka, nunca dejó de menospreciar a su hijo y hasta el año 1922 lo avasalló. De esos conflictos y de sus  reflexiones sobre las "misteriosas misericordias" y las ilimitadas exigencias de la patria potestad, declaró el propio Kafka, que procedía toda su obra, incluyendo en particular su célebre “Carta al Padre”, la cual nunca fue publicada en vida, criticándolo por su conducta sensiblemente desmedida e hipócrita hacia él. La misma fue publicada, póstumamente, en 1952, por instancia de su amigo Max Brod. El texto resulta de vital importancia para comprender la relación de Kafka con su padre, aspecto elemental en la biografía del autor. Kafka esperaba que la carta redujera la distancia emocional creciente entre él y su padre, aunque en ella hace  una severa crítica de las relaciones entre  ambos:
“Querido padre: Hace poco tiempo me preguntaste por qué te tengo tanto miedo. Como siempre, no supe qué contestar, en parte por ese miedo que me provocas, y en parte porque son demasiados los detalles que lo fundamentan, muchos más de los que podría expresar cuando hablo. Sé que este intento de contestarte por escrito resultará muy incompleto... para ti, el asunto fue siempre muy sencillo, por la menos por lo que hablabas al respecto en mi presencia y también, sin discriminación, en la de muchos otros. Creías que era, más o menos, así: durante tu vida entera trabajaste duramente, sacrificando todo a tus hijos, en especial a mí persona, yo he vivido cómodamente, he tenido  libertad para estudiar lo que se me dió la gana, aunque te oponías a mi inclinación a la literatura, no he tenido que angustiarme por el sustento, por nada y en cambio de eso, tú no pedías gratitud (tú conoces como agradecen los hijos) pero esperaba por lo menos algún acercamiento, alguna señal de simpatía; por el contrario, yo siempre me he apartado de ti, metido en mi cuarto, con mis libros, con amigos insensatos, con mis ideas descabelladas; jamás hablé francamente contigo, en el templo jamás me acerqué a ti, tampoco he conocido el sentimiento de familia, ni me ocupé del negocio ni de tus otros asuntos, te endosé la fábrica y te abandoné luego, apoyé a Ottla en su terquedad, y mientras que por ti no muevo ni un dedo, no hay cosa que no haga por mis amigos. Si haces un resumen de tu juicio sobre mí, surge que no me reprochas nada que sea en realidad indecente o perverso (excepto, tal vez, mi reciente proyecto de matrimonio), sino mi frialdad, mi alejamiento, mi ingratitud. Y me lo echas en cara como si fuese culpa mía, omissis, me dijiste hace poco: "Yo siempre te he querido, aunque no como ellos". Ahora bien, padre: yo en verdad nunca dudé de tu bondad para conmigo pero no me parece que tu observación sea exacta. Tú no sabes fingir, eso es cierto, pero si pretendes, sólo por esa razón, afirmar que los otros padres fingen, se trata, o bien de simple terquedad, imposible de discutir, o bien de una expresión de que hay algo que no anda bien entre nosotros, y que tú contribuyes a causar, aunque sin culpa. Si realmente es ésa tu opinión, estamos de acuerdo. No digo, por supuesto, que he llegado a ser lo que soy sólo por tu influencia. Eso seria muy exagerado . Es muy posible que, aun si hubiese estado totalmente libre de tu influencia durante mi desarrollo, no hubiera podido llegar a ser tampoco la clase de persona que tú quieres. Hubiera sido, probablemente, un hombre endeble, temeroso, vacilante e inquieto: ni un Robert Kafka, ni un Karl Hermann, pero, con todo, distinto de como soy en la actualidad, y hubiéramos podido entendernos perfectamente. Yo hubiese sido feliz teniéndote corno amigo, corno jefe, tío o abuelo, omissis… yo era un niño tímido, pero seguramente también terco, como deben ser los niños; sin duda mi madre me mimaba también, pero no puedo creer que fuera tan difícil tratarme que una palabra cariñosa, un silencioso asirme de la mano, una mirada dulce hubieran podido obtener de mí lo que quisieran. En el fondo, eres un hombre bueno y afable (esto no está en contradicción con lo que sigue, ya que solamente hablo de la apariencia con que influías sobre mí, cuando era niño), pero no todos los niños tienen la perseverancia y la intrepidez suficientes como para buscar mucho tiempo hasta llegar a la bondad. Tú sólo puedes tratar a un niño de la misma manera con que estás hecho, con fuerza, ruido e iracundia, y esto te parecía además muy adecuado para el caso, porque querías hacer de mí un muchacho fuerte y valeroso…Por cierto, no puedo describir ahora concretamente tus recursos educativos de los primeros años, pero bien puedo imaginármelos infiriéndolos de los años siguientes y de tu manera de tratar a Félix. Y debe considerarse que todo se acentuaba en aquel entonces, porque eras más joven, y en consecuencia más espontáneo, más fogoso, más primitivo, más despreocupado que hoy y que, además, te hallabas por completo absorbido por el negocio; que yo te veía apenas una vez en el día, y por lo tanto, la impresión que me causabas era más honda aún, y nunca llegó a disminuir con la costumbre…Sólo recuerdo con claridad un suceso de los primeros años. Quizás  tú también lo recuerdes. Una noche, yo, lloraba sin cesar pidiendo que me trajeran agua, no sin duda porque tuviera sed sino probablemente en parte para fastidiar y en parte para entretenerme. Como algunas amenazas violentas no habían producido efecto, me sacaste de la cama, me llevaste al balcón y me dejaste allí un rato, en camisa, solo ante la puerta cerrada. No pretenderé́ decir que eso estaba mal, puede ser que en ese momento no hubiese otra forma de conseguir el  descanso nocturno, pero quiero caracterizar con ello tus métodos educativos y su efecto sobre mí.”

En “La carta al Padre”, Franz Kafka siempre reprocha a su padre la incomprensión del mundo del cual fue víctima, no sólo en su infancia sino también en toda su vida, porque el trato de su padre no fue el más apropiado para lo que Kafka esperaba.(Kafka, Franz. Carta al padre. Buenos Aires: Gradifco, 2008, 17.)

Según Max Brod, Kafka en realidad dio la carta a su madre para que la hiciera llegar a su padre. Su madre nunca entregó la carta, sino que la devolvió a su hijo que nunca se la entregó al padre. La carta original constaba de unas 100 páginas manuscritas.(WIKIPEDIA)
Desde ya muy joven, Kafka empezó́ a interesarse por la mística y la religión judía, que ejercieron sobre él una notable influencia. La hostilidad manifiesta de su familia hacia sus intenciones literarias, de sus cinco tentativas matrimoniales frustradas y de su empleo de burócrata en una compañía de seguros de Praga. La existencia atribulada y angustiosa de Kafka se refleja en el pesimismo irónico que impregna su obra, que describe, en un estilo que va desde lo fantástico de sus obras al realismo más estricto. Los temas de la obra de Kafka son la soledad, la frustración y la angustiosa sensación de culpabilidad que experimenta  al verse amenazado por unas fuerzas desconocidas que no alcanza a comprender y se hallan fuera de su control. 

En su obra, los personajes se enfrentan a un mundo complejo, que se basa en reglas desconocidas, las cuales nunca llega a comprender el propio lector.

El adjetivo kafkiano se utiliza precisamente para describir situaciones similares, absurdas incomprensibles. Kafka, a través de diferentes mecanismos, consigue que lo absurdo aparezca ante nuestros ojos como real y verdadero, y aunque al principio busquemos una explicación lógica tendemos a identificarnos con el personaje y compadecernos por él. Así pues, en su gran mayoría, los héroes de Kafka no saben muy bien si lo que les está pasando es un sueño Solo unas pocas de sus obras fueron publicadas durante su vida. La mayor parte, incluyendo trabajos incompletos, fueron publicados por su amigo Max Brod, quien ignoró los deseos del autor de que los manuscritos fueran destruidos.
En su obra Metamorfosis, describe la historia de Gregorio Samsa, un joven  comerciante de telas que vive con su familia a la que él mantiene con su sueldo, quien un día amanece convertido en una criatura no identificada claramente, pero que tiende a ser reconocida como una especie de cucaracha. Sansa, se despierta una mañana después de un sueño intranquilo, se levantó  sobre su cama convertido en un  insecto. Estaba acostado sobre su espalda dura, y en forma de costra y, al levantar un poco la cabeza, veía un vientre hinchado, de color pardo dividido por partes duras en forma de arco, sobre cuya protuberancia apenas podía mantenerse la colcha que lo abrigaba, a punto ya de desplazarse al suelo. Sus muchas patas, pequeñas en comparación con el resto de su cuerpo,  oscilaban en forma frenética. «¿Qué me ha ocurrido?», pensó́. No era un sueño. Su habitación, algo pequeña, permanecía tranquila, sobre una pared estaba colgado un cuadro, que  había recortado de una revista y  colocado en un  marco que consideraba bonito para adornar el cuarto, éste,  figuraba a una dama adornada con un sombrero y un mantón, sentada muy erguida. Horrorizado al verse, dijo a viva voz “¿Qué pasaría”  e inmediatamente pensó: “si durmiese un poco más y olvidase todas las locuras?» Sin embargo, descartó tal hipótesis, porque estaba acostumbrado a dormir del lado derecho, pero en su estado actual no podía ponerse de ese lado, aunque se lanzase con mucha fuerza hacia el lado derecho, una y otra vez se volvía a balancear sobre la espalda. Lo intentó cien veces, cerraba los ojos para no tener que ver las patas que “pataleaban”, empero,  descubre las dificultades físicas que conlleva su transformación, su familia, al enterarse lo repudia y le obliga a volver a su cuarto. Grete, su hermana le alimenta, pero sus gustos van cambiando paulatinamente, ya no quiere comida fresca, sino más bien podrida, putrefacta. En este momento sus instintos animales se sobreponen a los humanos. Su hermana le va proporcionando la comida podrida y le limpia la habitación hasta que llega a sentir asco, repugnancia de su propio hermano. A partir de este momento ya le tira la comida o se la pasa con un trapo. Gregorio se sentía culpable de la forma que había adquirido su cuerpo ya que él era la única persona que mantenía a la familia. Sin él, la familia tuvo apuros económicos. Aún con éstos problemas la madre pretende  conservar la relación madre-hijo con Gregorio, cosa que le reprimen los familiares; aunque  ella sigue conservando su papel de madre a espaldas de su padre, intentando auxiliarle en lo posible en su nuevo cuerpo, sin embargo esta ayuda, luego trató de hacerla,  siempre en cosas en las que no tuviese que verlo personalmente. Gregorio va adaptándose a la idea de su nueva condición de insecto, un parásito que lo único que hacía era estorbar. Al encontrarse la familia en compromisos económicos, pretenden obtener de alguna forma  dinero para cumplir las necesidades básicas, por lo que deciden convertir el cuarto de Gregorio en una habitación para huéspedes, igual que otra  habitación de la casa, y lo obligan a vivir en meandros, en el diván, en  recovecos, lo que hace que Gregorio se sienta cada vez más marginado.  El padre ha vuelto a su trabajo, la madre no tiene el valor  de mirar a “su hijo”.  Un día, el padre, irritado, le lanza duramente una manzana medio podrida, que se incrusta en los riñones de Gregorio, convertido en cucaracha; ésta se arrastra gimiendo con su caparazón herido. Una noche en el salón de la casa se oyen sonidos musicales; Grete toca una sonata  en el violín; los inquilinos que ocupan el antiguo cuarto de Gregorio, han bajado a escucharla, se reúne toda la familia alrededor de Grete a oír la música. La puerta ha quedado entreabierta. Gregorio se siente atraído. Gregorio anhela que su hermana fuese a vivir con él. Entonces podría hablarle, decirle cuánto la admiraba, que quería enviarla al Conservatorio, y entonces ella, conmovida, estallaría en sollozos, y él podría besarla, de repente, Gregorio es descubierto por los oyentes. La música cesa repentinamente. Entonces la hermana dice “Nos lo tenemos que quitar de encima”.  Los  problemas que se generaron  con los huéspedes hizo que sus padres se enardecieran  con él, ya que pensaban en el bienestar económico que éstos aportaban, en virtud a lo cual Gregorio decidió no comer más para morir humildemente y dejar a la familia tranquila de todos los problemas que causaba. Un día  la criada de la casa descubre el cadáver completamente seco de Gregorio, y al ver que es una cucaracha  lo barre y lo tira al cubo de la basura, la criada, mujer avanzada en edad, que como todos, se repugna ante la presencia de Gregorio, y además lo odia, es la única que se atreve a enfrentarse a él directamente, sin embargo era la persona mas cercana a él. Con la muerte de Gregorio, surge en la obra una situación insólita ya que  los padres y la hermana sienten  una forma de metamorfosis: reaparecen sus gustos a la vida, esto se evidencia de la última página del relato que finaliza con la  representación de la joven vida inocente y candorosa, que puede al fin descansar,  una vez que “la sabandija” ha desaparecido.” Pues si bien, al  morir Gregorio, al principio la familia Samsa llora su fallecimiento, después recobra su alegría, olvidándose de todo, y mirando entonces hacia nuevos proyectos de vida.

Hugo Bolivar Bolivar.
Abogado.


BIBLIOGRAFÍA

Franz Kafka, La metamorfosis. Clásicos de siempre.
Franz Kafka Cuentos. Ediciones Orión.
Enciclopedia Universal Ilustrada, Tomo 5 del Apéndice. Espasa Calpe.
Enciclopedia Universal Multimedia Salvat.
Charles Moeller, Literatura del siglo XX y Cristianismo, III- La esperanza humana. Editorial Gredos.
Vega, Vicente. Diccionario ilustrado de frases célebres y citas literarias. Ed. Gustavo Gil S.A, Barcelona España, 1952. Pag 79.
Kafka, Franz. La Carta al padre. Ed. Bedout S. A, Medellin Colombia, 1978.
Historia Universal de la Literatura.Volumen v. Ed. Oveja negra. Ltda, Bogotá Colombia, 1971.

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